Pequeña Serenata Diurna

Alberto Rivera

10/22/20242 min read

Pequeña Serenata Diurna

El título de esta canción es un juego de palabras tomado de la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart, una de las más famosas obras de la música clásica. La canción tiene tintes de bossa nova —género musical que los de la nueva trova llegaron a ser bastante fanáticos—. El tema es una declaración de principios, una fotografía de lo que es Silvio Rodríguez como trovador inserto en un contexto social, en un país revolucionario dentro de un mundo donde no lo dejan ser —todavía—.

“Pequeña serenata diurna” es bastante sencilla en su texto, es una reflexión íntima de Silvio consigo mismo, que quedó plasmada en una canción quizás por accidente, y que sin embargo es tan imprescindible en su obra que bien vale la pena acariciarla un poco con el pensamiento.

“Vivo en un país libre,

cual solamente

puede ser libre

en esta tierra,

en este instante,

y soy feliz

porque soy gigante.”

La libertad que Silvio Rodríguez le ciñe a Cuba en esta estrofa no tiene que ver con el concepto de libertad que tienen las sociedades de libre mercado. Es más bien precisamente la libertad de verse despojado de las cadenas del materialismo, libre del concepto de que todo tiene precio, incluso el ser humano. El sentido de lo humano trasciende al de propiedad privada, mas esta libertad sólo puede tener un sentido dentro del propio contexto de Cuba, lamentablemente.

Silvio se define como un hombre muy feliz, un hombre engrandecido por su trabajo y su vocación revolucionaria.

“Amo a una mujer clara

que amo y me ama

sin pedir nada,

o casi nada,

que no es lo mismo

pero es igual.”

Además de eso, Silvio siente que ama y es correspondido. Una mujer clara no significa literalmente de tez clara, vale decirlo, si no que es más bien una claridad de alma. De las frases más famosas de Silvio es esta de que “no es lo mismo pero es igual”, aludiendo a que la amada lo ama sin pedir nada a cambio, salvo las cosas propias que el amor en sí pide y exige en una relación, en la intimidad, en lo cotidiano. Hay mucho de ceder siempre ahí.

“Y si esto fuera poco,

tengo mis cantos

que, poco a poco,

muelo y rehago

habitando el tiempo,

como le cuadra a un hombre despierto.”

Silvio se refiere ahora a su labor trovadorezca, al oficio de hacer canciones. Los muele y los rehace, es decir, cual artesano va moldeando de a poco sus canciones con el paso de los días: habitando el tiempo, el tiempo como espacio en donde vivimos.

“Soy feliz,

soy un hombre

feliz, y quiero

que me perdonen

por este día

los muertos

de mi felicidad.”

Finalmente, como sintiéndose culpable por ser un hombre tan pleno, Silvio le pide perdón a los que tuvieron que morir para que él pueda ahora ser feliz. Esto es simple, como lo dijo en el Estadio Nacional de Santiago de Chile el 31 de marzo de 1990: “todas las felicidades cuestan muertos”.

La felicidad actual del hombre es porque en el pasado hubo luchas sociales y en donde murió gente. Para que tengamos jornadas de trabajo (más o menos) de ocho horas diarias, gente tuvo que morir en alguna época. Las comodidades, el bienestar, la paz —lamentablemente es así— costó sangre, sudor y lágrimas. Silvio es conciente de esto, sobre todo él que canta desde la Revolución que no fue gratis conseguirla, que tuvo mucho héroes que lucharon y murieron por ella. Es una cosa de respeto por los que ya no están con nosotros.