El viaje de regreso a casa

Descripción de la publicación.

10/12/20253 min read

El viaje de regreso a casa

Hay caminos que no se recorren con los pies, sino con el alma. Hay trayectos que no aparecen en los mapas porque su destino no está afuera, sino dentro. Ese es el verdadero viaje: el regreso a casa. No hablo de una casa física, sino de ese lugar íntimo y silencioso donde ya no hay que fingir, donde cesan todos los intentos de escapar, donde la verdad y la paz se reconocen mutuamente. Volver a casa es recordar quiénes somos antes de las máscaras, antes del ruido, antes de las exigencias del mundo. Es volver al centro donde habita lo esencial.

“El camino del amor es tan estrecho que no hay espacio para dos”, dice Isha Escribano. Y tiene razón: no caben el miedo y la entrega en el mismo corazón. No caben el orgullo y la empatía, la culpa y la compasión. Para cruzar el abismo entre lo que somos y lo que tememos ser, hay que dejar que el corazón tome el control. Porque la mente crea el abismo, solo el corazón puede cruzarlo. El amor, cuando es auténtico, no se defiende: se ofrece. No se impone: se expande. Y en esa expansión, todo lo que duele comienza a sanar.

Vivimos en una sociedad donde todo debe verse para existir, donde lo que no se muestra parece no tener valor. Pero lo invisible también sostiene la vida: la fe, la bondad, la ternura, la escucha. Cuando algo no se ve, se margina; cuando se margina, se aísla; y lo que se queda solo, termina muriendo. Por eso, incluir es amar. Incluir al otro, pero también incluirnos a nosotros mismos con todo lo que somos: luces, sombras, heridas, errores y cicatrices. El verdadero amor comienza cuando ya no hay partes de uno mismo que necesiten esconderse.

Nos enseñaron que avanzar es ir lejos, pero la sabiduría enseña lo contrario: que la evolución es regresar. Regresar a lo simple, a lo humano, a lo esencial. A todo el mundo le gusta viajar, pero no hay cómo volver a casa. Esa casa interior donde no necesitamos demostrar, competir ni fingir. Donde la mirada no juzga y el silencio no pesa. Donde lo que fluye sana y lo que se estanca se enferma. El alma siempre busca regresar ahí, aunque el ego insista en distraerse con destinos ajenos.

Nada que tenga valor ocurre de la noche a la mañana. El amor, la paz, el perdón y la transformación requieren tiempo, constancia y presencia. Pero todo es posible. Incluso sanar. Incluso cambiar. Incluso volver a empezar. Porque la salida no está afuera —ni en otro ni en un futuro idealizado—: la salida es hacia dentro. Lo que buscas no está en lo que haces, sino en lo que eres cuando te permites ser sin miedo.

No hay errores en la creación. Cada alma tiene un propósito, aunque tarde en recordarlo. A veces nos sentimos extranjeros en nuestra propia tierra, exiliados de nosotros mismos, desconectados de nuestro origen. Pero llega un momento en que entendemos que el hogar no es donde nacimos, sino donde el alma descansa. Donde el amor deja de ser una búsqueda y se convierte en un estado de conciencia. Regresar a casa es reconocerse parte del todo, sin culpas, sin juicios, sin pretensiones.

“El problema es que crees que tienes tiempo.” No lo tienes. Solo tienes este instante. Este pulso. Este respiro. Esta oportunidad irrepetible de decidir cómo quieres usar tu existencia. De transformar el miedo en amor y el amor en acción. De convertir la vida en un acto consciente, no en una espera. Y quizás, al hacerlo, descubras que nunca estuviste perdido. Que solo estabas de camino a casa.